Wednesday, October 24, 2007

EJERCICIO 12: ALEJANDRA, intentando una historia simple



Estaba mirando la playa a través de los ventanales, pensando en lo difícil que es escribir bien, resumir ideas, desarrollar conflictos que no existen, cuando se enciende mi celular (lo tengo en silencio, desde que no estoy en la ciudad me propuse olvidar el sonido de ese aparato).
La pantalla decía "Ale". Ale. La Ale. La Ale... ¿Por qué me estaba llamando después de tanto tiempo? ¿Por qué me llamaba después de jurar no llamarme más? Habían pasado dos años de eso y sentía que la había olvidado casi por completo. Lo de casi es bien preciso, porque sepulté lo malo que fue el último período juntos pero reconozco que después de otras bocas la suya siempre aparecía en la memoria. No había boca como la de la Ale, no existen labios como los suyos, y me había resignado a que nunca más volvería a besos así. Que había sido lo suficientemente afortunado al haberlos tenido alguna vez en mi boca, en mi cuello, en mi pecho. Porque pocos en el mundo habían tenido la suerte de toparse con eso besos. De eso estaba seguro después de una cata de besos antes y después. Y vaya que son importantes porque un beso es la tarjeta de presentación de ejercicios amatorios posteriores y más profundo aún, de la manera de amar y entregar. Y la Ale amaba, amaba como si la vida se le desparramara sin solución.
¿Contestar o no contestar? Daba un poco lo mismo, lo bueno de los celulares es que queda registro de la llamada, y uno puede devolverla cuando se sienta preparado a hacerlo. Después puedes inventar que estabas en la ducha, en el jardín, que estabas salvando a un grupo scout de morir ahogado, que a esa hora practicas meditación trascendental, o bien, menos hollywodense, que habías salido simplemente a comprar el pan, el celular no anda bien y me ha dado lata cambiar el aparato ya que cada vez llamo a menos gente y menos gente quiere comunicarse conmigo. Me fui del trabajo peleado con todos o casi todos, básicamente porque en esa maldita empresa los puñales iban y venían y había que ser un ninja por los pasillos. Por lo mismo, por no fallar ni dejar espacio para ser traicionado, ya casi no me juntaba con mis verdaderos amigos. Vivía para sobrevivir y moría lentamente trabajando casi quince horas diarias.
Se apaga el celular y me quedo unos segundos en silencio. Me levanto de la silla, lo tomo en mi mano, camino hacia el ventanal, lo abro, escucho más nítidamente el mar y pienso que me gustaría que la Alejandra me escuchara con ese sonido de fondo. Infántil, lo sé, pero seamos honestos: los hombres también se maquillan a su manera.
En eso se ilumina nuevamente el teléfono, y rápidamente me siento en la silla de playa que está a mi lado, me tapo con la manta de polar que me gané en la promoción Copec y, calmando un poco la respiración, contesto.

- Hola... Pablo...- escucho su voz al otro lado. Seguía siendo ella que decía hola en vez de aló y esa estupidez me mataba aunque nunca lo supo.
- Aló... sí Pablo, ¿quién?- No sé por qué motivo no la llamé por su nombre de inmediato. Hay cosas que aún no puedo solucionar del todo en esto de madurar.
- No puedo creer que haya sido todo tan malo... ¿Borraste mi teléfono?- dice ella con dulzura y con sonrisa, oh, la sonrisa de la Alejandra.
- ¿Alejandra? - intento hacer el papel de mi vida diciendo su nombre en formato de pregunta- No, no, no he borrado tu teléfono, por favor, es que el visor de la pantalla falla a veces, tengo que cambiar el celular... - respiro profundo para no ponerme tartamudo- qué bueno escucharte... tanto tiempo...
- Sí pues, tanto tiempo... había pensado llamarte pero me imaginé que no sería lo correcto, que bueno, que no me dirías que era bueno escucharme...
- ¿Y por qué no sería bueno? -dije con una convicción sorprendente, más para mí que para ella, creo- si ha pasado el tiempo y fue, no sé, ¿importante lo que vivimos?
- ¿Dónde estás?- dijo - escucho el mar.
- En Maitencillo, en la casa un amigo que acaba de ser papá y no puede venirse por un rato y me la prestó por este mes... a caballo regalado...
- ¿Y ya no estás trabajando que tienes un mes para estar en la playa?- dijo y me dio algo de pena que lo dijera, el enano egoísta que uno tiene adentro tiende a pensar que aquellas personas que te quisieron saben más de tu vida que tú mismo.
- Eh... no, no estoy trabajando, renuncié hace un par de meses y nada, es largo de contar pero estoy bien, contento, tengo vocación de vagoneta y además, como no tenía grandes deudas y algunos ahorros, preferí parar para saber qué quiero, para dónde voy, en fin...
- Me alegro por ti, antes de no vernos más ya estabas aburrido de tanto viaje y tanta oficina. ¿no? Trabajabas demasiado, te hacía mal, casi ni sonreías, Pablo - apuntó con ternura, aunque duela escucharlo, su voz se ponía un poco ronca y suave, para no herir.
- Exacto, por ahí va la mano, uno tiene que caerse de cara al suelo para entender, es como aprender a caminar... estoy aprendiendo a caminar de nuevo, digamos... bueno, ¿y tú? Te casaste, tienes hijos, ¿en qué estás? - sabía que no se había casado, que llevaba unos seis meses sin el que me reemplazó, el que tenía tiempo y risas para ella, pero ya lo dije, hay cosas que aún no soluciono del todo aunque he tratado de superarlas. Sigo imbécil pero trato de controlarlo.
- Nada, estoy soltera, terminé, también con la universidad hace unos tres meses y no me decido todavía a buscar trabajo, me compré un auto chico pero eficiente con lo que gané trabajando en la agencia, y me acordé de ti y quise llamarte.......
- ¿Y te fue bien con el postgrado?- dije mientras me rascaba la nariz, cuando estoy nervioso la nariz me pica y es infernal como pica, como si se llenara de hormigas.
- Pasé, lo terminé, con eso basta, al final estaba bien reventada y llegué con las uñas al final del último semestre, pero ya cerré eso.
- Me alegro tanto por ti, ahora tienes algo de tiempo para pensar- dije con auténtica felicidad.
- Y para vivir, que es lo principal, ¿no? Y tú... ¿estás solo en la playa?
- Sí, solo- dije de inmediato antes de empezar con mis tics neuróticos.
- Es que justo pensaba ir a la playa mañana viernes con unas amigas que tienen casa por ahí y no sé, ahora que sé que andas por allá... y que no te extraña tanto escucharme... decía yo... veámonos, como amigos...
- ¿Cómo amigos? qué fome -dije intentando recuperar al canchero que perdí por tanta reunión, qué patético es uno a ratos- pero pasa a verme y ahí conversamos largo, el teléfono es frío y casi tan raro como el messenger, donde nunca sabes si el otro está enojado o bromeando, si caes bien o mal con esas caras amarillas... ven a verme, en serio, quiero verte- dije a quemarropa, hubo un pequeño silencio de segundo y medio que me pareció un día y medio.
- ¿En serio? ¡Feliz paso a verte!- dijo con la misma alegría frutal de antes. La mantenía y eso me alegró como pocas cosas en el último año. Mucho más que con su cierre de postgrado.
- ¿Te doy la dirección?
- Te llamo mañana en la tarde para pedírtela mejor, yo creo que vamos a salir tipo cuatro de acá, estaremos por allá como a las seis- la mejor hora para llegar, pensé. Alcanzo a ordenar mañana en la mañana, cocino tipo una y media, me duermo una siesta, si es que puedo dormir sabiendo que viene a la casa.
- Todo bien a esa hora... -no pude contenerme y me dejé hablar honestamente- Qué bueno escucharte, Ale, en serio, tenía hartas ganas de verte, y el tiempo pasa y nos vamos poniendo cada vez más insensibles y lentos- otra vez me sorprendo de mí, pero bah, mejor sorprenderse de uno que aburrirse de uno, y de esto último ya tenía demasiado- te voy a tener un vinito blanco, ceviche y alcachofas, una mezcla rara pero es lo que hay... mayonesa casera también puede haber, una oferta irresistible en esta época pésima de mayonesa envasada, una perversión de la modernidad...
- ¡Alcachofas, me matan las alcachofas, lo sabes!¡Y el ceviche también!¡Ya!¡qué hermosura! Ahora tengo que irme pero nos vemos mañana Pablo, sin falta! Un beso! Cuidate!
- Otro, ¡pero llámame pues!- ¿habrá sonado muy arrastrado esto último? Tampoco importa.
- Lo haré... ya, qué rico... beso otra vez, chau Pablo, hasta mañana- Chau... como le suena el chau, como le suena ese chau... dan ganas de irse a la playa y en revolcarse en la arena escuchando su chau!
- ¡Chao, nos vemos!- digo y corto. Corto y me quedo sin aire. Me quedo echado, en silencio, me paso las manos por la cara y respiro hondo. Me dan ganas de gritar pero me contengo. La vida es un círculo, me digo en voz alta, y que bueno que sea así. Ahora bien... ¿dónde mierda encuentro alcachofas? ¿Es época de alcachofas cierto? ella me hubiera dicho que no habían, si ella come esas flores día por medio... ya, tendrán que haber, y ¿cómo hago la mayonesa? ¿Estará mi mamá en su casa ahora?


3 comments:

Rodrigo said...

tu cachai que si eso se transforma en película, dejai cagao a medio mundo? osea.

L Mery said...

como en la cancion: no vuelvas, no vuelvas sin razon...

LaRouge said...

Que buen relato .. lograste que realmente sienta el estado de shock en que uno se pone cuando un ex lo llama.
Te pondre entre mis favoritos, espero leer mas de ti.
un beso
bye