Wednesday, November 14, 2007

EJERCICIO 19: TODOS EN EL PARTIDOR



Le quedaba una luca de las treinta que llevó al hipódromo. Había sido una tarde infernal en materia de ganancia, pero de tranquilidad por el clima. La primavera es así, brisas tibias, el sol en las hojas de los árboles y los hipódromos tienen más que carreras. Te dan la posibilidad de, entre apuesta y apuesta, disfrutar un espacio abierto, pasar una tarde en un pedazo de tierra amplio dentro de una ciudad de cemento.
Partió a la troya a conversar con Juanito, a ver si tenía algún dato bueno, pero uno de verdad jugoso porque los anteriores habían sido como el natre. Juanito era preparador del stud "Nenecita" y llevaba más de treinta años soplando cosas que escuchaba, pero no a todos, sólo a los cercanos, los amigos de siempre y los hijos de ellos. Y él había heredado a Juanito de su padre, que ya no iba al hipódromo ni a ninguna parte porque se había ido al patio de los callados una tarde de carreras hace doce años. Lo curioso de su muerte es que en sus manos quedó un boleto con una trifecta perfecta, la única plata que recibió la familia de parte de él, porque lo que le llegaba a las manos lo jugaba soñando en dar vuelta alguna vez las cajas del hipódromo.
"Rocky cuatro va patrás don Julián", dijo Juanito paseándolo, "se ve como si fuera un pegaso pero le gana hasta mi perro hoy día", comentó casi susurrando. "Vaya por Republicano, está pagando bien y lo van a soltar hoy". Sentenció con la clásica convicción del datero profesional. Convicción que casi siempre queda en la impunidad más grande cuando el dato llega último. Porque siempre se vuelve al datero como volvían las tribus a preguntarle al chamán (el hipódromo es campo fértil para todo tipo de ritual).
Partió entonces a la caja y dijo "ganador al nueve" (los hombres de verdad nunca juegan a placé, eso es para las señoritas). "Ahora sí que sí" le dijo la Marita, que lo conocía de la época en que andaba comiendo helado de piña acompañando al papá y que lo quería como a un hijo. La Marita llevaba sesenta años de trabajo en el hipódromo y había visto nacer y morir parroquianos, perder y ganar fortunas. Cortaba el ticket con la mano en los años cincuenta y ahora se manejaba como reina con la máquina del teletrack. Un par de veces le entregó sus boletos a Pedro Aguirre Cerda y a Salvador Allende. Incluso una vez pudo estar con Omar Shariff, de quién había dicho viviría y moriría enamorada porque era de esos caballeros que ya no existían. Detrás de ella estaba la foto que se tomó ese día. Ella y el sheik eran uno para siempre.
Se fue a sentar a la galería pensando en los años que había visto la foto de la Marita y de pronto miró la tarde con otros ojos, respiró profundo y se sintió curiosamente feliz cuando salieron los caballos a la pista. Pucha que son bonitas las casaquillas y pucha que son bonitos los caballos, qué animal más magnífico y elegante, no haber nacido caballo, se dijo casi en voz alta. La tarde estaba como nunca y una luca más o una luca menos daba lo mismo. Lo importante era vivir la carrera como se merece, creer ver que tu caballo partió entre los primeros y que por los palos o por fuera se meterá, que cuando den vuelta a la curva y entren a tierra derecha verás volar al que representa a tu luca. Probablemente se volvería a la casa a pata pero bueno, el que nada apuesta nada gana, pensó como le enseño su padre. Y con eso basta.
Sintió un poco de hambre pero nada muy grave porque era un poco de hambre y los que saben lo que es tener mucha se aguantan sin problemas. Además, antes de una carrera la boca se te seca y el hambre se olvida porque la adrenalina sube y el estómago se congela. Aunque igual un jamón palta del carrito no estaría nada de mal. Si gano me lo como, si no, no, pensó. Los apostadores son tipos maduros. Saben perder y disfrutan ganar.
Pasados unos minutos escucha que Fernando Poblete, el relator clásico del hipódromo dice con la misma quirúrgica y neutra voz de siempre "todos en el partidor". Se pone de pie y dispone sus dedos para chasquearlos y la garganta para batirla. Se abren los partidores. "Partieron". Y ya está todo consumado. Así es como caen los valientes, y así es como también a veces conocen la gloria.

3 comments:

Cpunto said...

un tiempo pasaba junto al hipódromo cada mañana, los caballos cruzaban vivaceta como unos césares la via appia,
no dejaba de mirarlos embobada hasta un bocinazo en el borde de la nuca,

Maxsand said...

Me gusta el "intimismo"
besos

L Mery said...

redondo y genial!