Don´t need no valentine, don´t need no roses...
Thursday, November 29, 2007
Wednesday, November 14, 2007
EJERCICIO 19: TODOS EN EL PARTIDOR
Le quedaba una luca de las treinta que llevó al hipódromo. Había sido una tarde infernal en materia de ganancia, pero de tranquilidad por el clima. La primavera es así, brisas tibias, el sol en las hojas de los árboles y los hipódromos tienen más que carreras. Te dan la posibilidad de, entre apuesta y apuesta, disfrutar un espacio abierto, pasar una tarde en un pedazo de tierra amplio dentro de una ciudad de cemento.
Partió a la troya a conversar con Juanito, a ver si tenía algún dato bueno, pero uno de verdad jugoso porque los anteriores habían sido como el natre. Juanito era preparador del stud "Nenecita" y llevaba más de treinta años soplando cosas que escuchaba, pero no a todos, sólo a los cercanos, los amigos de siempre y los hijos de ellos. Y él había heredado a Juanito de su padre, que ya no iba al hipódromo ni a ninguna parte porque se había ido al patio de los callados una tarde de carreras hace doce años. Lo curioso de su muerte es que en sus manos quedó un boleto con una trifecta perfecta, la única plata que recibió la familia de parte de él, porque lo que le llegaba a las manos lo jugaba soñando en dar vuelta alguna vez las cajas del hipódromo.
"Rocky cuatro va patrás don Julián", dijo Juanito paseándolo, "se ve como si fuera un pegaso pero le gana hasta mi perro hoy día", comentó casi susurrando. "Vaya por Republicano, está pagando bien y lo van a soltar hoy". Sentenció con la clásica convicción del datero profesional. Convicción que casi siempre queda en la impunidad más grande cuando el dato llega último. Porque siempre se vuelve al datero como volvían las tribus a preguntarle al chamán (el hipódromo es campo fértil para todo tipo de ritual).
Partió entonces a la caja y dijo "ganador al nueve" (los hombres de verdad nunca juegan a placé, eso es para las señoritas). "Ahora sí que sí" le dijo la Marita, que lo conocía de la época en que andaba comiendo helado de piña acompañando al papá y que lo quería como a un hijo. La Marita llevaba sesenta años de trabajo en el hipódromo y había visto nacer y morir parroquianos, perder y ganar fortunas. Cortaba el ticket con la mano en los años cincuenta y ahora se manejaba como reina con la máquina del teletrack. Un par de veces le entregó sus boletos a Pedro Aguirre Cerda y a Salvador Allende. Incluso una vez pudo estar con Omar Shariff, de quién había dicho viviría y moriría enamorada porque era de esos caballeros que ya no existían. Detrás de ella estaba la foto que se tomó ese día. Ella y el sheik eran uno para siempre.
Se fue a sentar a la galería pensando en los años que había visto la foto de la Marita y de pronto miró la tarde con otros ojos, respiró profundo y se sintió curiosamente feliz cuando salieron los caballos a la pista. Pucha que son bonitas las casaquillas y pucha que son bonitos los caballos, qué animal más magnífico y elegante, no haber nacido caballo, se dijo casi en voz alta. La tarde estaba como nunca y una luca más o una luca menos daba lo mismo. Lo importante era vivir la carrera como se merece, creer ver que tu caballo partió entre los primeros y que por los palos o por fuera se meterá, que cuando den vuelta a la curva y entren a tierra derecha verás volar al que representa a tu luca. Probablemente se volvería a la casa a pata pero bueno, el que nada apuesta nada gana, pensó como le enseño su padre. Y con eso basta.
Sintió un poco de hambre pero nada muy grave porque era un poco de hambre y los que saben lo que es tener mucha se aguantan sin problemas. Además, antes de una carrera la boca se te seca y el hambre se olvida porque la adrenalina sube y el estómago se congela. Aunque igual un jamón palta del carrito no estaría nada de mal. Si gano me lo como, si no, no, pensó. Los apostadores son tipos maduros. Saben perder y disfrutan ganar.
Pasados unos minutos escucha que Fernando Poblete, el relator clásico del hipódromo dice con la misma quirúrgica y neutra voz de siempre "todos en el partidor". Se pone de pie y dispone sus dedos para chasquearlos y la garganta para batirla. Se abren los partidores. "Partieron". Y ya está todo consumado. Así es como caen los valientes, y así es como también a veces conocen la gloria.
Partió a la troya a conversar con Juanito, a ver si tenía algún dato bueno, pero uno de verdad jugoso porque los anteriores habían sido como el natre. Juanito era preparador del stud "Nenecita" y llevaba más de treinta años soplando cosas que escuchaba, pero no a todos, sólo a los cercanos, los amigos de siempre y los hijos de ellos. Y él había heredado a Juanito de su padre, que ya no iba al hipódromo ni a ninguna parte porque se había ido al patio de los callados una tarde de carreras hace doce años. Lo curioso de su muerte es que en sus manos quedó un boleto con una trifecta perfecta, la única plata que recibió la familia de parte de él, porque lo que le llegaba a las manos lo jugaba soñando en dar vuelta alguna vez las cajas del hipódromo.
"Rocky cuatro va patrás don Julián", dijo Juanito paseándolo, "se ve como si fuera un pegaso pero le gana hasta mi perro hoy día", comentó casi susurrando. "Vaya por Republicano, está pagando bien y lo van a soltar hoy". Sentenció con la clásica convicción del datero profesional. Convicción que casi siempre queda en la impunidad más grande cuando el dato llega último. Porque siempre se vuelve al datero como volvían las tribus a preguntarle al chamán (el hipódromo es campo fértil para todo tipo de ritual).
Partió entonces a la caja y dijo "ganador al nueve" (los hombres de verdad nunca juegan a placé, eso es para las señoritas). "Ahora sí que sí" le dijo la Marita, que lo conocía de la época en que andaba comiendo helado de piña acompañando al papá y que lo quería como a un hijo. La Marita llevaba sesenta años de trabajo en el hipódromo y había visto nacer y morir parroquianos, perder y ganar fortunas. Cortaba el ticket con la mano en los años cincuenta y ahora se manejaba como reina con la máquina del teletrack. Un par de veces le entregó sus boletos a Pedro Aguirre Cerda y a Salvador Allende. Incluso una vez pudo estar con Omar Shariff, de quién había dicho viviría y moriría enamorada porque era de esos caballeros que ya no existían. Detrás de ella estaba la foto que se tomó ese día. Ella y el sheik eran uno para siempre.
Se fue a sentar a la galería pensando en los años que había visto la foto de la Marita y de pronto miró la tarde con otros ojos, respiró profundo y se sintió curiosamente feliz cuando salieron los caballos a la pista. Pucha que son bonitas las casaquillas y pucha que son bonitos los caballos, qué animal más magnífico y elegante, no haber nacido caballo, se dijo casi en voz alta. La tarde estaba como nunca y una luca más o una luca menos daba lo mismo. Lo importante era vivir la carrera como se merece, creer ver que tu caballo partió entre los primeros y que por los palos o por fuera se meterá, que cuando den vuelta a la curva y entren a tierra derecha verás volar al que representa a tu luca. Probablemente se volvería a la casa a pata pero bueno, el que nada apuesta nada gana, pensó como le enseño su padre. Y con eso basta.
Sintió un poco de hambre pero nada muy grave porque era un poco de hambre y los que saben lo que es tener mucha se aguantan sin problemas. Además, antes de una carrera la boca se te seca y el hambre se olvida porque la adrenalina sube y el estómago se congela. Aunque igual un jamón palta del carrito no estaría nada de mal. Si gano me lo como, si no, no, pensó. Los apostadores son tipos maduros. Saben perder y disfrutan ganar.
Pasados unos minutos escucha que Fernando Poblete, el relator clásico del hipódromo dice con la misma quirúrgica y neutra voz de siempre "todos en el partidor". Se pone de pie y dispone sus dedos para chasquearlos y la garganta para batirla. Se abren los partidores. "Partieron". Y ya está todo consumado. Así es como caen los valientes, y así es como también a veces conocen la gloria.
Saturday, November 10, 2007
Thursday, November 08, 2007
EJERCICIO 18: FAUNA MARINA
- ¿Sabís lo que pasa? Se cree la raja. Es un huevón mesiánico que cree que tiene una verdad que decirle al mundo.
- ¿Cómo se llaman esos? ¿Megamónomos?
- Megalómanos.
- Eso. Ese huevón es un megalónamo.
- Megalómano.
- Esa huevá.
- Yo nunca he querido ser nada especial, nunca fui famoso, no seré millonario, no quiero ser portada ni quiero salir en un puzzle. Me gusta esto. Con esto estoy pagado.
- Pa qué esas webadas. Pa qué.
- Ese huevón sí quiere. Algo quiere. Se siente "especial". Pero no lo dice. Habla de "pasión".
- Loco e' mierda. "Pasión", ¿pa' qué esa huevá? Egocéntrimo.
- Egocéntrico.
- Esa huevá.
- Me caen mal todos esos iluminados que quieren cambiar al mundo. Lo malo es que les va la raja, hay harto huevón que les compra el boleto, como que les tienen respeto porque van con sus prédicas a vender la pomada.
- Eco. Y todas las huecas los siguen.
- A quién le importan las huecas. Tienen la cabeza llena de plumas y son puro cuerpo.
- Yo no quiero fans. Escribo pa' mí.
- Pa qué. Pa qué esa huevá. Yo feliz con el domingo.
- Con eso estamos listos. Claro. Qué increíble que le paguen lo que quiere.
- La gente está loca.
- La gente cree en puras leseras. Yo lo hacía mucho mejor que él.
- Pero es que tú eres muy inteligente. Un incomprendido. No eres superflicial.
- Superficial.
- Esa huevá.
- Además tiene contactos. No hablemos más de él mejor, me arden las sienes.
- No, siempre terminamos hablando de él. Callémonos mejor.
- ¿Otra mosca pa' pasar el mal rato?
- Otra mosca. Qué le hace el agua al pescado.
Monday, November 05, 2007
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