Monday, May 08, 2006

OPERACION


Claro, así como si nada un día debes operarte. Debes sacarte esa palabra que te atora la garganta y que te produce gastritis, esa palabra que se llena de aire, de humo, que te mantiene inquieto, que no te deja tranquilo. Si es que es la palabra.
O bien debes extirparte esa persona, el misterio que la cubre, la forma en que te escribe, la manera en que te mira y te piensa. Si es que es la persona.
Quizás no es ni lo primero ni lo segundo, quizás es tu cabeza y sólo tu cabeza, debes cortarla de inmediato y poner un zapallo en su lugar, o mejor una sandía que te refresque.

O si el electrocardiograma entrega una canción, debes tomar la guitarra y partir al pabellón a entonarla mientras caes en la anestesia.

O quizás lo tuyo sea la criogenización, congelarte cuando ardes como el infierno pensando en una espalda que no te pertenece o en un poema que no escribiste. Congelarte y volver cincuenta años después cuando ya no exista tal cual la imaginas y así buscar otra y repetir la maniobra. Y vivir para siempre hasta tocar la perfecta, escribir lo que buscas. O quizás no.

Probablemente el problema eres tú y la operación sea mayor. Vendrán médicos de todas partes, hombres que hablan en belga y en checo y en ruso y en arameo, sabios de bares que operan con tiritones de borrachos a los enfermos como tú, que no sabían cómo ni por qué ni cuándo porque sí. Y entre tajo y tajo te dibujen un mapa astral en la frente para que cada vez que te mires en el espejo veas que el destino no se maneja como un boogie de playa, sino como tren. Todo va por el mismo riel.

Lo más probable es que seas un hipocondriaco y no tengas nada, salvo demasiada conciencia de ti.

Más bien debes dejar que te abran de par en par, pongan tu alma en un recipiente metálico y la bañen en sales minerales y la mojen con agua bendita, ese líquido recogido del sudor de las mujeres que bailan y arrancan riendo de los hombres y de las plantas en la madrugada.

Sea como sea, hay que entregarse a las manos de los especialistas. Por eso, primero, antes de entrar al pabellón, hay que olvidarse de uno mismo, dejarse drogar por la anestesia y despertar al día siguiente, o en el siglo que viene. Y salir a caminar como nuevo, con la salud en su lugar, con tus zapatillas gastadas en el camino correcto, sin mochilas ni maletas con sobrepeso.

De alguna manera, es cierto: de la sangre de la medusa nació Pegaso.

6 comments:

Paitoca said...

y se puede extirpar el corazón para cambiarlo por uno más dulce, más sensible, más enamoradizo, más romántico, más aparatoso?... y cambiar la razón por una menos razonable, menos directa, menos insensible, menos racional, más soñadora y volátil?... se puede?, porque yo me dejaría, pero sólo si me aseguran 100% de efectividad.

Excelente texto.

Cpunto said...

si uno tuviera todo el aire encima para tragarlo de una vez, y nada obstruyera su paso, dónde estaría el tiempo de inquietarse, de sentir ese temblor bajo los pies, en la cabeza la revoltura?,

Javier Sanfeliú said...

A veces uno quiere respirarse la galaxia de una vez, lo sé. Pero claro, los límites. La templanza y la cosa. Se disfruta más. Es saludable, cierto que sí. mmm. Sip.

De paso said...

No nos dejemos operar
no nos dejemos arrastrar a los hospitales
no nos dejemos herir, auscultar, inocular, dragar, dormir

No nos dejemos arrastrar a los hospitales

(...)

Muramos en nuestra pieza mirando por la ventana
muramos en nuestra cama con la sábana doblada sobre las frazadas
muramos en nuestro pijama a rayas con los brazos fuera de la cama
mirando por la ventana

Las niñas pueden morir en camisa de dormir de moletón o franela


Bertoni.

nadie said...

Tres operaciones.
1. extirpar
2. Mi hermosa hija
3. Mutilar.

Una separación, derivada de 3

pucha Mel, a veces no se puede decidir que no, no más

Pilar Navarrete Michelini said...

Que angustiante. El punto, estimado, es que los especialistas te agarran, te toman, te miran, te dejan y se olvidan de que eres más que el puñado de carne y hueso que ellos ven. Se olvidan de que lo más importante es, justamente, que nunca te olvides de ti, pero tú, extrañamente, les haces caso y te abandonas. Yo no confío en los especialistas. Nada han hecho para que les deje el curso de mis cosas en sus manos. Ese es asunto mío, así como el curso de tus cosas es algo que te incumbe sólo a ti. Es un asunto de voluntad. Uno es capaz de decirles que no. Uno es capaz de decirle que no a muchas cosas, pero no se lo dices porque te gana el pánico. ¿Un consejo? Tuércele la mano. Uno siempre es mucho más que el número de habitación de un hospital.