
Sólo mis perras saben el día en que el mundo dejará de existir.
Pero no les importa: prefieren esperar a que llegue uno, languetearte la mano, dormir la caña del calor, pedir agua limpia, que les rasquen la guata, sonreir, que les den de comer, ladrarle a los extraños y a los autos y al cartero por puro joderlo. Mueven la cola como si fuera un limpiaparabrisas. Todo de pura felicidad. De simpáticas que son.
Definitivamente,
Sólo mis perras han visto la luz.