
Convengamos en que no podremos arrancar de ella. Y ya que eso es una realidad, también que nada sacamos huyendo de ella. Entonces, contratémosla. Que sea nuestra asesora, que nos recuerde que está, que existe, que se nos aparezca, para que así seamos capaces de hacer todo aquello que a veces no podemos por temores o idioteces.
Curioso: esta señora, la Gran Asesora, nos ayuda a vivir. Sólo el miedo nos invita a morir en vida. Y no es culpa de ella. Es de nosotros.
Sin ella, vivir -VIVIR con mayúscula por favor- no tendría sentido. La muerte es la muerte.